Hoy el primer capítulo de la historia de Jassan, una historia de amor y muerte a la vieja usanza.
Un agradable atardecer mecía las nubes de Madrid, coloreaba de naranja los edificios de un extrarradio cada vez más residencial y en teoría apacible. El baile de luces y sombras, de colores y dibujos que brindaba el sol poniente, podía sin inmutarse vestir de ambigüedad su armonía.
Los jóvenes se divierten juntándose en parques y bares, los ancianos pasean apaciblemente, un grupo de chicos abusan de otros y les roban, unos politoxicómanos, a punta de jeringuilla atacan a una señora con un perrito por un par de euros, un chico de unos veinticinco años, impacta al saltarse un semáforo con su coche a una furgoneta, de ella sale un hombre con mono de albañil y una pala y le golpea de gravedad en la cabeza, unas madres cotorrean en el parque, con sus hijos jugando en columpios y sin atención de ninguna de éstas.
Pero la acción en la que nos fijamos cómo por cosa de azar, es otra: nos fijamos en un hombre de unos treinta años, bien vestido con un traje oscuro, peinado de los que llevan un rato y facciones nobles y serias. Nos fijamos en él porque además de todo lo anterior, lleva consigo una mochila deportiva verde, llamando la atención en contraste. Mientras anda con diligencia por las calles, mira a un lado y otro como si ocultara algo, con tintes de nerviosismo e inseguridad, hasta que la muralla de edificios se extingue y sale a un lugar abierto, lo que parece un descampado tras el cual se haya un muro de unos tres metros de alto, y que se extiende unos cientos hacia los lados. Cuando llega al gran muro, busca unos agujeros en la pared, lo suficientemente profundos como para poder trepar apoyándose en ellos. Salta al otro lado, con gran habilidad, y con las últimas luces del día, otea el nuevo horizonte. Lapidas y mausoleos: en efecto, eso era un cementerio.
El joven, se dirige sin pensárselo dos veces hacia una lápida, en su parte delantera hay una foto de una atractiva joven.
Aitana Gómez Jaenaga: actriz y poetisa; y un epitafio que rezaba:
Pese a tu juventud, nada frenaba tu avance, tu familia y amigos te amarán por siempre porque les enseñaste el valor de la integridad.
En ese momento, al joven le comienzan a temblar las piernas, la mochila se desliza hasta caer al suelo, donde se desploma él de inmediato.
¿Por qué, por qué así?
...
En un apartamento a cientos de kilómetros de allí, hablo de un apartamento de esos que no nos podemos permitir cualquiera, un enorme ático, de techos altos y luminoso, decorado con numerosas obras de arte y antigüedades; y hablo de tantos kilómetros como Barcelona; bueno, pues en ese ático tan ostentoso, irrumpe torpe y cubierta de lágrimas una joven rubia, alta y estilizada, como una modelo nórdica, vestida con unos vaqueros y una camiseta de colores chillones.
Tras ella entra nervioso un señor de unos cincuentaitantos, con un enorme bigote blanco:
-Qué, cuéntame qué es lo que pasa Nina-.
-Es Javi, Javi se ha ido... se ha marchado, me ha dejado, dididididice... que...mira, léelo-.
La joven entrega al tipo una carta, éste la abre y comienza a leerla:
Estoy seguro, y digo que lo estoy porque al respecto, soy el único que puede hablar,
de que cada acto y de que cada momento de mi vida ha vivido en simbiosis con un sentido final, que no es sino un principio para mi propia realidad; ya estoy empezando a sentir lo que sólo han podido plasmar los artistas de todas las épocas en su sentir, lo que sólo ha podido ser síntoma de enfermedad del espíritu y motivo de sufrimiento. Es la base de una incomprensión producida por un hermetismo irracional, antinatural, que sólo tiene como válvula de escape la obra en sí misma, una obra que nadie comprende ni se esfuerza en comprender, tras numerosos éxitos de crítica, tras momentos de solvencia económica y social, y ésto es producto de mi propia obra, puedo decir, que nadie, absolutamente nadie con el que he hablado o que me ha escrito, que ninguno de esos críticos la comprende; y en esos momentos en los que por presión social se han visto leves variaciones en la misma, me ha destruido un poco por dentro, y en ocasiones me ha sumido en periodos de gran decepción y oscuridad personal.
Al héroe, por absurda que sea su gesta, todo el mundo le comprende, y yo dejé de sentirme héroe, el mismo día de mi primera publicación, acompañada en su primera edición de un famoso escritor y crítico literario que en aquellos momentos creía respetar, y que descubrí un farsante sin emociones ni intelecto como un taco de madera.
Es por eso que me voy, que huyo de ésta ciudad, que corro hacia la tranquilidad y os dejo con el peligro de mi propia identidad, tras años de farsa, he decidido ser yo mismo, y empiezo a creer que ya no tiene nada que ver con la literatura ni con nada de lo que había hecho antes. Con todo mi amor y sin dejar de sentir una profunda devoción por nuestra vida juntos.
Javier Solana Sanz, lo siento, pero un extraño.
...
Javier, que así es como se llamaba, entra a través de una ventana a un pequeño y viejo chalet de los que quedan en algunos barrios de Madrid, con su mochila y un enorme saco negro sobre su espalda.
La casa estaba abandonada aparentemente desde hace mucho tiempo y solo quedaba un mohoso sofá de dos plazas y el cuadro de un barco.
Con un impulso soberano, Javier alza sobre su cabeza el saco y lo apoya en el sofá, como sentándolo.
De la parte del saco que quedaba mirando al techo, aparece una cremallera, que va bajando lentamente. Javier, abre los ojos como platos, éstos se cubren de lágrimas:
-Cariño mío, ya nada nos impide estar juntos, ya nada coartara nuestra pasión. Aitana, cuánto hemos esperado, ésta era la señal que necesitábamos, ahora somos tú y yo, el mundo queda a un lado-.
El cadáver de Aitana, desmejorado respecto a la foto de la lápida, quedó recostado sobre el sofá.
Javier se sentó a un lado y se puso a mirar los perdidos ojos de la joven y su rostro se estiró esbozando una sincera sonrisa de ensimismamiento,y su cuerpo empezó a temblar hasta que se dejó caer sobre el de la joven y lo abrazó efusivamente.
-Al fin somos Aina y Jassan, los dos incomprendidos, los que se ocultaban bajo otro nombre, bajo otro cuerpo, los amantes que nunca habían podido amarse, los escritores que nunca habían podido escribir, los extraños que odiaban verse en los espejos y olvidaron sus sueños con el éxito y el dinero; los que morían por dentro a cada momento. Aina, jamás pensé que de verdad conseguiríamos estar juntos. Te quiero-.
Silencio.
-Yo más a ti-.
Artista total