lunes, 6 de julio de 2009

Cuarta y última entrega de las paranoias de una tarde lejana de primavera.


¿Qué me dices? ¡Oh sí, como lo oyes!:
Una discoteca es un lugar muy evocador para explicar cualquier secreto, y más cuando se trata de una conspiración a escala mundial para extender como pandemia una nueva cepa de Tifus.
Lo que no comprendí es que pese a mi desaprobación lo único que querían los terroristas Hawaianos era complicidad.
Lo tenían todo, las estupendas probetas rebosantes del virus, el equipo para reproducirlas hasta el infinito, unos logotipos distintivos para ser mucho más profesionales y aparentar un control absoluto de la situación ante las autoridades, un enchufe en la distribuidora de una conocida marca de agua mineral y refrescos variados...
Pero España is diferent y terminaron consiguiendo un trabajo en la construcción y viviendo todos juntos en un piso patera estupendo en Lavapiés. Trabajan de sol a sol pero luego pueden disfrutar de su jornal en alguno de los numerosos bares de la ciudad, de la compañía de alegres prostitutas y de la tolerancia racial bajo el filtro del alcohol de nuestro país.
¡A ver si os invitáis a algo, mangarrianes!

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